jueves, 5 de junio de 2008

El cine reciente de Gus Van Sant, o la vida misma

No soy crítico de cine, sólo un tipo al que le gusta ver cierta clase de películas y pensarlas un poco. Imagino a Gus Van Sant como uno de los personajes más detestados y admirados del cine contemporáneo. En los últimos seis años nos recordó historias tan tristes y aburridas que seguramente podemos odiarlo, pero sucede que las contó de una manera cinematográficamente tan bella que tenemos que aplaudirlo de pie y admitirlo en el club de los realizadores soberbios.

Gerry: planos muy largos, dos ¿amigos? que viajan por el desierto, caminan hasta cansarse y charlan. No mucho más que eso, salvo por un pequeño y curioso sacudón sobre el final que tampoco mueve demasiado la historia. Semejante minimalismo ultra se prolongó en Elephant (visión cruda, estricta y no panfletaria de una de las habituales masacres estudiantiles norteamericanas, ganadora del premio máximo de Cannes 2003) y Last Days (los últimos días de un Kurt Cobain aquí llamado Blake, no autorizados por la viuda Courtney Love). El inmejorable remate de esta suerte de "serie" llegó en 2007 con Paranoid Park, la historia de un skater sin referentes familiares y atormentado por haber protagonizado un hecho que no conviene revelar de antemano. Sólo está la exposición de los hechos. Las lecturas, juicios, conclusiones, o hasta las generalmente innecesarias moralejas quedan libradas en última instancia al espectador.

Problemática adolescente, la omnipresencia vulgar de la muerte, la importancia de unas pocas palabras y -sobre todo- de los gestos para decir con lo mínimo. El tiempo transcurre (casi) a la velocidad de la vida, y (casi) todo lo que sucede nos toca de cerca, a diario, a menudo. Estos cortos filmes -difícilmente alguno de los cuatro exceda la hora y media- nos hablan de cosas comunes, habituales, de las que suceden seguido. Tristes y aburridas. Y por eso tan terribles.

jueves, 15 de mayo de 2008

Pequeña Orquesta Reincidentes o cómo seguir siendo diferentes

"Amigos, tenemos que contarles que la Pequeña Orquesta Reincidentes no existe más."

Así comienza un escueto comunicado enviado por la banda a todos quienes se encuentran registrados en su lista de distribución de correos. Luego resume: "Después de tantos años, casi 18, sentimos que lo mejor es seguir por separado.", para iniciar una lista de agradecimientos que sólo refieren al pasado más inmediato de la banda, omitiendo -con un dejo de injusticia- a muchos que hicieron mucho por la POR y quedaron en el camino por diferentes razones.

La banda que arrancó con una estética oscura y densa alla Nick Cave, y que luego derivó en aires balcánicos entre Bregovic y Kusturica, trayendo también aires de Calexico y de Pascal Comelade, marcó un antes y un después en el rock argentino.

Hace alrededor de 10 años escribí, en una nota para Frecuencia Web de Clarín.com, que Reincidentes (para ese entonces todavía no había aparecido en su nombre el "Pequeña Orquesta", como modo de eludir la confusión con la banda punk española homónima) había elegido el camino más difícil, el de ser diferentes a otros grupos. Que su música -para ese entonces- circulaba entre el Tata Cedrón -gracias al estilo de su voz principal, la de Juan Pablo Fernández- y Tom Waits -sobre todo por el trabajo en percusión de Alejo Vintrob.

Ahora la Pequeña Orquesta elige cinco caminos separados, algo que se podía intuir dado que hacía mucho que no se presentaban, que su último disco de estudio, Traje, ya lleva casi tres años durante los cuales sólo editaron Capricho -un compilado de descartes y tomas en vivo de distinta procedencia-, que Alejo Vintrob ya había lanzado un disco solista, que Santiago Pedroncini anunció recientemente por correo que se dedicaría de lleno a crear música para filmes y -esto es personal- que el rock argentino ya se encuentra demasiado "balcanizado".

Habiendo sido una de las bandas a la que algunos de los integrantes del staff de The Howl siguió más de cerca en los últimos años nos queda desear que cada uno de esos cinco caminos que se inician mantengan aquella premisa, la de ser diferente al de otros.

domingo, 11 de mayo de 2008

Todo un dandy. Tom Wolfe en la Feria del Libro.


Mi pasión por la literatura nunca me acercó demasiado a los autores. Para mí el interés está siempre primero en la obra, y luego, quizás, también en la persona que la escribió. Sin embargo, impulsada por el fervor aún intacto de mi reciente lectura de Todo un hombre (una novela impecable desde donde se la mire, graciosa, crítica y, por sobre todas esas cosas, atrapante), y junto un grupo de amigos también admiradores de la obra de Wolfe, me aventuré a la odisea de visitar la Feria del Libro en un día sábado para mezclarme allí con los miles de visitantes pero, en especial, para ver a Tom Wolfe.

Bajo el título de “Crónicas de Estados Unidos, una sociedad en cambio”, el gran dandy norteamericano del periodismo y las letras dio una charla en el marco de la Feria del Libro. A los 78 años, con su elegancia singular (traje blanco de saco cruzado, corbata también blanca, camisa celeste y pañuelo a tono, zapatos en brillante blanco y negro) y la boca reseca, disertó sobre distintos aspectos de la sociedad norteamericana. Allí, dijo, los temas no son las elecciones a presidente, ni la inmigración, ni la guerra en Medio Oriente, sino lo que Hegel llamó “zeitgeist”: el espíritu de la época. Este espíritu general del cual cada uno se alimenta, influye como tono moral en nuestras vidas mucho más que cualquier acontecimiento o proceso.

Wolfe se explayó a favor de la afirmación que reza que “la realidad supera a la ficción”. “El gran problema de la ficción,” dijo, “es que debe ser plausible”. La realidad, en cambio, está plagada de historias fascinantes que de ningún modo hubieran sido consideradas como “plausibles” si alguien hubiera sido capaz de imaginarlas. El mejor ejemplo de ello es la historia de Paris Hilton, millonaria heredera que a raíz de la difusión de un video sexual que protagonizaba ganó popularidad hasta convertirse en una de las personas más famosas del mundo. ¿Acaso alguna de las más fecundas imaginaciones podría haber hilado una historia semejante?

Dijo aburrirse con las novelas psicológicas en las que el protagonista está en crisis y no se resuelve a dejar a su segunda esposa. Para Wolfe, el interés está en las historias, y “la realidad” ofrece las mejores de ellas. “¡Salgan del apartamento!”, aconsejó a los escritores. Sonriente, seguro de sí y con una buena cuota de carisma, Wolfe recibió los aplausos y se retiró del escenario.

A la salida de la Feria, en Plaza Italia reinaba el olor a choripán. Alguien se preguntó si Tom Wolfe iría a un carrito a comer un choripán, en lugar de refugiarse en la recepción en la Embajada Norteamericana. La respuesta era evidente.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Próximamente The Howl Blog

En este espacio, muy pronto, podrán leerse los artículos posteados por los colaboradores de The Howl, publicación mensual que se edita -con alguna interrupción- desde el 7 de mayo de 2003.